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En los diez kilómetros que separan Sausalito del Golden Gate Bridge, el sol se pelea con San Francisco y las nubes bajan hasta tocar el puente. La marabunta de coches que se disputa el acceso a la urbe se compone sobre todo de los habitantes que huyen del verano que Mark Twain definió como el más frío de su vida. O así ha quedado para la historia. Soportar días grises y lluviosos durante el año es parte del ciclo natural, pero, cuando llega el solsticio de junio y en San Francisco no se pueden guardar las botas ni la bufanda, la desesperación se apodera de sus habitantes, que no logran resignarse a la pérdida estival. Es la única espina que tiene esta rosa. El consuelo es que a solo diez minutos en cualquier dirección brilla el sol, porque la penitencia de este microclima está específicamente dirigida hacia sus calles rectas y empinadas, perfectas para las persecuciones policiacas.