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Para escapar de Seattle hacia el sur basta con seguir la lengua de asfalto en dirección a las montañas nevadas que los exploradores británicos llamaron ‘El Olimpo’, porque eran dignas de los dioses. Antes había pasado por ahí un tal Juan Pérez que las bautizó como ‘Sierra Nevada de Santa Rosalía’, pero como el nombre se repetía desde California y los españoles tampoco sostuvieron la conquista, la capital del Estado de Washington, que nada tiene que ver con la capital federal de EE UU, se ha quedado para la historia como Olympia. Y Olímpicas son también las montañas que custodia, pero por su belleza.