
text
BUSCAR POR CATEGORÍA:
BUSCAR POR ARCHIVO:
BUSCAR POR ETIQUETAS:
De entre las muchas discusiones que padres e hijos suelen tener, pocas giran alrededor de leerse un libro en el avión. A menos que el apellido de la familia sea árabe y el destino Estados Unidos. «Papá,no», atajó Hamid durante la discusión telefónica. «Ves la tele, lees la revista del avión o duermes, pero no se te ocurra traerte un libro en árabe». Desde Siria, el hombre protestaba por lo largo que se le iba a hacer un vuelo de 16 horas sin un libro que leerse, pero Hamid fue inflexible. «Sara y yo ni siquiera hablamos árabe entre nosotros en los aviones. Bienvenido al país de la libertad», dice con sarcasmo.
No importa que Hamid, como su padre, sea católico, y su esposa protestante. Ser árabe en el mundo post 11-S es suficiente para meterse en problemas. O parecerlo. No son pocos los latinos o asiáticos atacados en la calle al ser confundidos con árabes. Varios aviones han forzado el aterrizaje ante el pánico desatado por una conversación en urdu, que a oídos iletrados puede sonar árabe, aunque se hable en India y Pakistán.