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"Desnúdate, pervertido!", grita el ciclista desnudo. La multitud que le aplaude desde la acera estalla en carcajadas y alborozo. Alguno incluso se anima a quitarse al menos la camisa, porque la situación invita pero el tiempo no. Unos 13.000 ciclistas han tomado las calles de Portland casi como Dios les trajo al mundo, algunos adornados con hojas de parra, pequeños bañadores, calcetines largos o mochilas, con la piel semi tatuada para la ocasión. El termómetro marca 14 grados, así que esta corresponsal se sube la cremallera hasta el cuello, digan lo que digan.