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Los biólogos lo llaman El Dorado, un espeso bosque de secoyas gigantes entre Oregón y California que esconde los árboles más altos del mundo, desde las montañas Klamath hasta la Bahía de Humboldt. Es un mundo mágico, entre impresionantes cuencas de agua que dan de beber a estos reyes de la naturaleza, los organismos vivos más altos del planeta. Y Michael Taylor es uno de los pocos que tienen la llave. Literalmente.